La Energía

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Todo proceso y actividad económica implica emplear energías, constituyendo éste un tercer ‘campo de acción’ de alto impacto en el tránsito hacia una nueva y mejor civilización.

En las sociedades industriales, de alta urbanización y poderoso aparato estatal, se emplean volúmenes gigantescos de energía, en la producción, el comercio, el transporte, la iluminación y la seguridad. Para requerimientos tan elevados, la producción de energía se realiza actualmente en plantas inmensas, altamente concentradas, que emplean principalmente carbón, petróleo, gas, energía nuclear, y embalses de agua de dimensiones colosales. Estas formas de generación de energía presentan severos problemas: algunas no son renovables y tienden a escasear y agotarse; otras tienen problemas de seguridad no plenamente resueltos; casi todas tienen graves efectos de contaminación atmosférica, de las aguas, afectan el medio ambiente y contribuyen al cambio climático.

Buscando resolver estos graves problemas se han desarrollado formas energéticas nuevas basadas en fuentes renovables, limpias o menos contaminantes, producidas en escalas de menor tamaño, y controlables por la población de cada lugar en que se asientan. La energía solar en sus varias modalidades de captación, acumulación y distribución; la energía de los vientos; la de las aguas de paso; el aprovechamiento de la energía contenida en la biomasa, y algunas otras, forman parte de una búsqueda tendiente a producir energías alternativas respecto de aquellas que presentan los problemas señalados.

Forman parte de las nuevas soluciones las tendencias a una más elevada eficiencia que permita reducir el consumo de energía, especialmente en las grandes ciudades y en el transporte de productos y de personas. Se están realizando en tal sentido importantes innovaciones tecnológicas.

En la misma dirección se instalan prácticas sociales como la difusión masiva del uso de la bicicleta, y la reducción de las necesidades de desplazamiento físico de las personas y de las mercancías.

Es indudable que una nueva civilización requiere alcanzar niveles crecientes de autonomía en el ámbito energético, y afrontar de modos nuevos los problemas de su generación, acumulación y distribución.