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Un campo de acción esencial en el proceso de tránsito a una nueva civilización corresponde a las condiciones en que las personas y comunidades utilizan y se relacionan con el territorio, la biósfera y el medio ambiente.
El Cuidado de la Biósfera y del Medio Ambiente.
Un primer Campo de Acción Transversal es el de los equilibrios ecológicos y del cuidado del Medio Ambiente. Los problemas del planeta tierra, provocados por la actividad humana, son muy serios, tan serios que estudios científicos demuestran que los delicados equilibrios que hacen posible la biósfera están en peligro de perderse en forma irrecuperable. Cada vez hay más evidencia científica sobre el cambio climático, la contaminación de la atmósfera y de las aguas, la desertificación, la extinción de especies, los desequilibrios ecológicos y el deterioro del medio ambiente en general, producidos por el modo en que crece y se expande la economía y la sociedad sobre la tierra, razón por lo cual la sostenabilidad requiere otra economía, u otras economías. Los efectos se dejan sentir sobre la población, que se ve afectada por cada vez más frecuentes y graves desastres (incendios de bosques, aluviones, inundaciones, sequías, etc.).
Se sabe que continuar por el mismo camino conduciría en algún momento no muy lejano a una verdadera catástrofe ambiental y demográfica que afectaría a toda la especie humana. Lo sorprendente es que, si bien aumenta el conocimiento científico y la conciencia social sobre todo esto, nuestras sociedades no cambian de rumbo y se persiste en crecer, producir, consumir y vivir de los mismos modos en que se viene haciendo, con tan graves consecuencias. Por lo tanto, las soluciones no pueden derivar solamente de las ciencias naturales, sino que requieren repensar las ciencias humanas, a fin de cambiar las conductas humanas insostenibles.
Una característica típica de la civilización moderna es delegar en el Estado y en las grandes organizaciones económicas la solución a los problemas que aquejan a las personas y a la sociedad. Pero ni los Estados ni las grandes organizaciones y corporaciones económicas resolverán estos problemas solos, pues son ellos que los han generado y los reproducen. Las iniciativas transformadoras tienen que venir de otros sectores, a fin de transformar eventualmente a todos los sectores. Surge, sin embargo, la pregunta sobre el rol que podría jugar el Estado puesto al servicio del bien común, y mediante el fortalecimiento de lo público integrado por bienes e instituciones públicas.
Lo que se requiere y está surgiendo, es una multiplicidad de iniciativas y de acciones particulares, locales, diversas, desplegadas con la máxima descentralización, de modo que en cada lugar o territorio donde se encuentre asentada una persona, una familia, una comunidad, un país, ellos mismas se hagan cargo de su propio ambiente y de las condiciones y circunstancias ecológicas en que se desenvuelve su vida. Dicho más concretamente, cada uno es responsable de la ecología en su casa, en su barrio, en su Comuna, en su territorio.
Pero cabe también analizar cómo las iniciativas locales puedan potenciarse con políticas nacionales y globales adecuadas. Y cómo evitar que la descentralización vaya en detrimento de la solidaridad horizontal entre regiones, entre países vecinos e incluso a nivel global, permitiendoe la transferencia de recursos y también la presión política de muchos débiles sobre pocos fuertes.
Frente a los desequilibrios ecológicos y el deterioro del medio ambiente, se despliegan actualmente variadas experiencias, como el reciclaje y la recuperación de desechos, la protección de los animales, el cuidado de la flora y la fauna propias de la región y localidad en que se vive, el empleo racional de las aguas, etc. De ellas son protagonistas personas y grupo conscientes, que se hacen cargo de proteger sus ambientes y contextos naturales y sociales.
El Habitar el Territorio.
La vivienda, cuya carencia es manifiesta en casi todo el mundo, y las condiciones de habitabilidad especialmente en las grandes ciudades, experimentan un progresivo deterioro que afecta severamente la calidad de vida de las personas y comunidades. Demasiadas viviendas en reducidos, ruidosos y saturados espacios urbanos. El acceso al contacto con la naturaleza, que constituye una fuente de satisfacción de gran relevancia, se torna crecientemente difícil y costoso. La población se concentra en las grandes ciudades, y los lugares de mayor belleza natural son objeto de comercialización y explotación turística, en cuya lógica se torna prácticamente imposible experimentar la paz y tranquilidad de un ambiente realmente natural. Un proceso que está acentuando la gravedad de estos problemas es el incremento masivo de las migraciones, que llevan a concentrar la población en ciertos territorios aparentemente promisorios y a despoblar otros afectados por sequías, pobreza y devastación.
Es en este contexto que se plantea la cuestión de cómo habitar el territorio. Surgen experiencias que apuntan a generar nuevos modos de construir viviendas, de bajo costo y empleando materiales que se encuentran en los entornos locales; iniciativas de formas alternativas de asentamiento comunitario, tales como las eco-aldeas y la vida en comunidades. Los procesos de “desarrollo local” forman también parte de este campo de acción.
Existen también movimientos que trabajan por la recuperación del territorio circundante, impidiendo que en ellos se establezcan industrias contaminantes, generación de energías de alta intensidad, etc.
También al interior de las ciudades se manifiestan diversas experiencias que se esfuerzan por mejorar las condiciones de vida, desarrollando barrios sustentables, comunas participativas, edificios comunitarios, implementación de ciclovías, y la experimentación de nuevas soluciones arquitectónicas y urbanísticas.